Jugar al aire libre (entrevista a Katia Hueso)

Written by Transformandonos

El martes de la próxima semana, 28 de mayo, celebraremos el Día Internacional del Juego y para celebrarlo quería compartir contigo la entrevista que he realizado a Katia Hueso. Ella es cofundadora del Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes, un proyecto pedagógico infantil al aire libre que atiende a criaturas de 3 a 6 años, adaptado también a la diversidad funcional y pionero en España. También es cofundadora de “Naturaleza Inclusiva”, un proyecto para mejorar el juego basado en la naturaleza para familias con niños con diversidad funcional. Es la autora de dos libros, “Somos naturaleza: un viaje a nuestra esencia” y “Jugar al aire libre” del que nos va a hablar a continuación.

El juego libre ha sido devaluado. En raras ocasiones se contempla la oportunidad de corretear por el monte, sin pelotas o cualquier otro juguete y mucho menos sin la vigilancia directiva de las personas adultas ¿Por qué nos cuesta tanto confiar en las capacidades de la infancia?

Supongo que es una combinación de factores. Por un lado, hemos creado una sociedad hipercompetitiva en la que damos más valor al tiempo que invertimos en actividades académicas que lúdicas, tal vez olvidando lo mucho que aprendemos a través del juego libre. Tenemos pocos hijos por pareja, a edades más avanzadas y con un poder adquisitivo mayor. Si nuestros padres quisieron lo mejor para nosotros, también lo queremos para nuestros hijos, traduciéndose esto en una escalada de expectativas y de esfuerzo de crianza y educación que se sale ya de lo sensato.

Por otro lado, están los grandes miedos que tenemos los padres: al tráfico rodado, al secuestro y a que nuestros hijos se hagan daño. De los tres, quizá el más razonable sea el primero, pues es cierto que hay más tráfico y es más agresivo, aunque podemos encontrar lugares en los que se puede jugar en libertad sin ese riesgo. El segundo está demostrado que es menor que hace algunas décadas, pero la sobreexposición actual a los medios hace que se perciba como peor, pues las noticias se exprimen hasta la saciedad. Y el tercero es, desde mi punto de vista, totalmente infundado. Es precisamente mediante el juego libre como los niños van a aprender a gestionar los peligros y a modular su propio “termostato del riesgo”. Si lo hacemos nosotros por ellos, es cuando es más posible que se accidenten, pues no son capaces de valorar sus propias capacidades.

¿Podrías explicarnos a que te refieres con el término «síndrome por déficit de naturaleza»?

Se trata de un término acuñado por el periodista estadounidense Richard Louv, hace ya más de una década. Inicialmente lo hizo con la idea de provocar, más que diagnosticar. Es una frase contundente sin duda y pretendía llamar la atención sobre el distanciamiento que tiene nuestra sociedad de la naturaleza. Por desgracia, en los últimos años se viene demostrando que es un síndrome real, con consecuencias tangibles para la salud y el bienestar humano. En algunos lugares, como Escocia, los médicos ya recetan salir a la naturaleza como remedio a ciertas patologías, sobre todo aquellas asociadas a un estilo de vida sedentario y acelerado como el que llevamos la mayoría.

¿Qué opinas de la gamificación y otras formas de «juego didáctico» dirigido a conseguir ciertos aprendizajes?

Para mí hay una gran diferencia entre el juego como tal y las actividades lúdicas como las que mencionas. En la esencia del juego están el placer, creatividad y libertad asociados a su diseño y ejecución, con todo lo que ello conlleva de aprendizaje autónomo y construcción de la personalidad. La gamificación (tan de moda en universidades y empresas) y los juegos educativos pierden parte de esa esencia, pues están prediseñados por otros y requieren ser desarrollados de una determinada manera para que cumplan su cometido. Dicho esto, creo que ambos son maneras muy agradables y eficaces de adquirir competencias y habilidades, mucho más, desde luego, que hacerlo a base de “codos”.

¿Por qué los adultos dejamos de jugar y qué pasa cuando nos reconectamos con la naturaleza? 

Creo que en el fondo no dejamos de jugar, sino que cambiamos nuestro modo de hacerlo. Mientras que algunos siguen jugando de forma muy similar a como lo hacen los niños, otros lo hacemos mediante el desarrollo de aficiones como el arte, la escritura, la fotografía, el coleccionismo, el bricolaje, el deporte o los viajes. Incluso en el ámbito profesional, hay maneras de “jugar” como yo entiendo el juego: con placer, creación y libertad. Ejemplo de ello son los científicos, artistas, cocineros, poetas… Hay muchas maneras de expresar un sentido lúdico en la vida, que no necesariamente implican movimiento o risa.

El juego, más que una actividad, es una actitud, y por ello es factible practicarlo a lo largo de toda la vida. Cuando reconectamos con la naturaleza, la esencia de esa actitud se ve reforzada, porque al aire libre nos sentimos más liberados de ataduras y convencionalismos sociales que pueden inhibir nuestro instinto lúdico. La propia naturaleza, tan poderosa y cambiante, nos obliga a ser adaptativos, resilientes, flexibles. Valores que también se dan en el juego. Así, juego y naturaleza se refuerzan entre sí, para hacer de nosotros personas más empáticas y amables.

¿Qué vamos a encontrar en tu libro?

Una reflexión sobre el juego desde una perspectiva no educativa, sino más bien personal. Muchos de los libros que he podido leer sobre el tema tenían una orientación académica y he tratado de huir de ella. He buscado, desde experiencias propias y cercanas, lo que entiendo por la esencia del juego, una combinación de placer, creatividad y libertad a la que he aludido ya. Hago también un acercamiento al juego en la naturaleza, lo que esta aporta y cómo podemos naturalizar el juego en los ámbitos familiar y escolar. Como decía antes, los valores que nos da el juego y los que nos da permanecer en la naturaleza, se ven reforzados entre sí cuando jugamos al aire libre. Espero que el libro sirva de inspiración para todo aquel que desee recuperar ese pedacito de su infancia y regalárselo a los niños de su entorno. Basta con recordar esa sensación que muchos tuvimos, cuando vivíamos mil aventuras bajo el implacable sol del eterno verano.

Gracias Katia, de todo corazón. Nos vemos jugando.

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