Hace un par de semanas me hicieron una entrevista para el Heraldo-Diario de Soria en la que hablábamos de educación, con reflexiones interesantes sobre el momento actual que estamos viviendo. La entrevista terminó con la pregunta “y tú, ¿nunca gritas, nunca explotas?” “ Yo no soy perfecta”- respondí.
Sí, todos tenemos días malos, días en los que nuestra carga emocional coge la riendas de nuestros actos, pero con recursos y con práctica consigues que estas situaciones se vean minimizadas. Hoy quiero contarte qué es lo que hago si exploto o se me escapa un grito.
Si ya no hay vuelta atrás y la ira ha secuestrado tu amígdala (cerebral, se entiende)¹, esto es lo que puedes hacer:
Vuelve a tu centro lo antes posible
Lo primero céntrate en volver en ti. Te recomiendo que cuando termines de leer este artículo dediques unos minutos a tomar conciencia de cuáles son las herramientas que te son más útiles en tu gestión emocional. Hay quien necesita contar hasta 10, otras personas necesitan tomar distancia de la situación, dar un paseo o simplemente llorar.
Sé que no siempre es posible tomarte el tiempo (o el espacio) que necesitas para volver a tu centro pero es totalmente necesario que lo hagas. Es preferible que se queden solos/as en la habitación de al lado durante unos segundos que que tu estrés aumente a un nivel que no puedas controlar y las consecuencias sean mucho peores.
En casa no escondemos las emociones. Si necesito llorar lo hago, no reprimo mi llanto, pero tampoco me dejo vencer por el desconsuelo (al menos delante de mi hija) Intento recobrar la entereza realizando unas respiraciones hasta que vuelvo en mí. En ocasiones, si es necesario, se lo verbalizo a ella. “Ahora no puedo atenderte, no puedo leerte un cuento… (o lo que requiera en ese momento) Necesito respirar y tranquilizarme.” Es cuestión de segundos y ella realmente lo agradece.
Valida sus emociones
Cuando ya hemos vuelto a tener el control de nuestras emociones, es el momento de atender las de nuestros/as hijos/as. Ya nos lo dicen las recomendaciones de los aviones, debes ponerte primero el oxígeno tú para poder ayudarles después a ellos/as. Una vez más, cuidarte para cuidar.
Entonces recuerda: valida sus emociones, ponle nombre a lo que está sintiendo y describe, lo más objetivamente posible, la situación que ha ocurrido. Por ejemplo, “estás muy enfadada, necesitabas más tiempo para terminar tu dibujo y te ha molestado que te gritara para que lo dejaras y vinieras a cenar.” Olvídate de justificaciones, elimina los peros, solo céntrate en las emociones que le embargan a tu peque. Esto le ayuda a comprender (se). El simple hecho de sentirse validado/a y comprendido/a, ya baja la tensión y facilita el entendimiento.
Discúlpate
Si lo ves conveniente y, por su edad o situación, crees que puede comprenderlo, puedes expresar que lo sientes. Dilo de corazón y no pidas perdón. Al pedir perdón estamos exigiendo una acción a la otra persona y no estamos tomando acción nosotros/as.
Piensa ¿qué haces cuando tienes una discusión con tu pareja, con tu madre o con tu compañero de trabajo? Si tienes una buena relación y quieres conservarla, lo mejor será que te disculpes y reconozcas tu error. ¿Por qué lo haces con la persona que más quieres?
Estos tres pasos te ayudarán a conservar una relación de confianza y entendimientos con tus hijos/as. Pero si decides hacerlo de otra manera, reflexiona siempre si esas acciones sirven de ejemplo para los/as más pequeños/as de la casa. Somos el modelo de la infancia y tenemos una responsabilidad social que va más allá de nuestra realidad cotidiana. Las herramientas que tú escojas serán las que aprendan para su gestión emocional.
Por mi parte, aunque a veces la situación me supere, intento que el grito no sea lo que más predomina en nuestras relaciones. Tengo como objetivo que el amor ocupe la mayor parte de nuestras vidas. Y tú ¿tienes claros tus objetivos y actúas en consecuencia? Te espero en los comentarios.
* Amígdala cerebral: Es una estructura subcortical situada en la parte interna del lóbulo temporal medial cuya función principal es integrar las emociones y sus patrones de respuesta correspondientes y permite la inhibición de conductas.