Bogotá, 6 de mayo de 2018
Usaquén está tomando la carrera 7 hacia el norte. Allí, cada domingo, se da forma a un lugar acogedor donde puede instalarse cómodamente la memoria cuando se regresa del viaje. Sus puestitos, sus parques, sus restaurantes sirviendo delicioso ajiaco de domingo y, sobre todo, como en Colombia y toda Latidoamérica, sus maravillosas gentes.
Personas muy diversas, todas interesantes, que crean las más variadas delicias de artesanía que componen el Mercado de las Pulgas.
Viendo la admiración de mi compañera Cris hacia las obras, me vino a la cabeza el síndrome de Stendhal.
Y es que todo es bonito. Empezando por los artesanos y artesanas y su pasión por la más mínima pieza. La originalidad de sus creaciones, la variedad en los puestos, el color, el olor, el sabor en un paisaje de casas bajas de colores con agradables parques donde tumbarse a saborear una mazorca asada, un tinto (café) o semillas de cacao.
Si están en Bogotá, acérquense a Usaquen al Mercado de las Pulgas.